miércoles, 2 de octubre de 2013

Gran Bretaña busca consolidar vínculo estratégico con Brasil


El 26 de septiembre pasado arribó a Río de Janeiro el último de un lote de tres navíos que la marina de Brasil adquirió nuevos a Gran Bretaña. La llegada del patrullero oceánico Araguarí ocurrió el mismo día en que un año atrás el premier británico David Cameron dijo ante empresarios de la Federación de Industrias del estado de San Pablo (Fiesp): “Brasil tendrá que invertir en generación de energía (petróleo) y Gran Bretaña quiere participar de ese proceso. En el área de Defensa, nosotros podemos participar del proceso de modernización de las Fuerzas Armadas brasileñas, como dos países amigos pueden y deben hacerlo”.
La compra de los tres patrulleros al grupo inglés BAE Systems Maritime Naval Ships; a un costo de 160 millones de euros; fue cerrada con Brasil después de que fracasó una negociación previa con Trinidad y Tobago, cuyo Gobierno había hecho el pedido inicial a la contratista británica.
El primero de la serie, nombrado Amazonas, se incorporó a la marina brasileña el 29 de junio de 2012; el segundo, llamado Apa, se enlistó el 24 de mayo de este año y, por último, el Araguarí a fines de septiembre.
Consolidar su posición en el mercado de armas con el mayor cliente regional le da una proyección al Reino Unido que va más allá del negocio. Encontró una salida de mediano y largo plazo para la alicaída industria bélica británica, el gigante BAE Systems, proveedor exclusivo de la Royal Navy, sobrelleva una crisis derivada de los drásticos recortes al presupuesto de Defensa que emprendió Cameron.
La construcción de los patrulleros oceánicos se distribuyó en los dos astilleros de BAE, uno ubicado en Portsmouth, principal base de la Royal Navy y el otro en Scotstoun, con el propósito de mantener activa la totalidad de la mano de obra y evitar despidos. El arreglo comercial incluyó la provisión de soporte logístico, la compra de la licencia por parte de la Armada del Brasil y la posibilidad de fabricar cinco navíos de la misma clase en suelo brasileño. 
La seducción británica que culminó con la operación de BAE se había consumado el 27 de septiembre de 2011 a través de la firma de un acuerdo de cooperación estratégica entre el almirante Julio Soares, titular de la marina brasileña, y su par inglés Mark Stanhope. Involucraba varias áreas de colaboración, entre ellas la transferencia de conocimiento en la construcción de diversos tipos de navíos, como patrulleros, fragatas y portaaviones.
La compra de un sistema de armas implica un relacionamiento extenso que va más allá del mero intercambio del producto y el dinero entre países. Intervienen intereses políticos, diplomáticos, económicos, estratégicos directos e indirectos. ¿La creciente influencia británica podría mudar el comportamiento de Brasil en torno a la disputa soberana en el Atlántico sur? Desde que José María Da Silva Paranhos, “el barón de Río Branco” fundó la diplomacia que caracteriza Itamaraty, los ministerios de Relaciones Exteriores operan en forma coordinada y alineada. Coincidencia o no, Celso Amorim, actual responsable de la defensa brasileña fue canciller. 
El caso de un buque requiere compartir doctrinas de su uso y aplicación en misiones que por lo general responden a problemas comunes. Gran Bretaña utiliza patrulleros oceánicos para la protección de más de 300 plataformas offshore ubicadas en el Mar del Norte y tiene uno, el HMS Clyde, en patrulla permanente con el mismo objetivo en las Malvinas. 
El argumento del Gobierno de Dilma Rousseff y de la Marina brasileña para justificar el proyecto de modernización de la flota no es otro que la protección de recursos offshore, el reciente descubrimiento de reservas de crudo en el presal en las cuencas de los estados de Espíritu Santo, San Pablo y Río de Janeiro.
fuente: www.ambito.com

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