Estado bobo: la ANAC se clausura a sí misma
La perversidad del asunto es evidente y constituye una editorial sobre la inoperancia de muchas dependencias del Estado. La ANAC no mantiene el aeródromo de Coronel Olmedo, perjudicando todo el tiempo a sus usuarios, y luego decide clausurarlo, perjudicándolos por partida doble. Es un perro que se muerde la cola.
Por Pablo Esteban Dávila
A mediados de la semana pasada, la Administración Nacional de Aviación Civil (ANAC) clausuró el Aeródromo Coronel Olmedo de la ciudad de Córdoba alegando diferentes razones de seguridad operacional. El episodio, en sí mismo, no sería gran noticia de no ser porque, sorprendentemente, el predio es propiedad del propio organismo. Esto significa que la ANAC decidió clausurarse a sí misma, un auténtico caso de Estado bobo.
Coronel Olmedo no es demasiado conocido para el gran público pero, a pesar de su relativo anonimato, es un aeródromo muy importante para la ciudad y para la actividad aeronáutica nacional. Dentro de las 150 hectáreas que ocupa el predio (adyacentes al barrio homónimo) conviven tres escuelas de vuelo, dos talleres aeronáuticos y un centro de paracaidismo deportivo, en donde desempeñan diferentes tipos de tareas casi cincuenta personas en forma directa. Anualmente egresan de sus instalaciones más de cien pilotos que, en su gran mayoría, continúan sus carreras en actividades agroaéreas o en empresas comerciales,tales como Aerolíneas Argentinas o LAN. El Aeroclub Córdoba, el único de la ciudad y próximo a cumplir cien años de existencia, tiene su sede también en este lugar.
Su movimiento de aeronaves es sorprendente. Con 800 operaciones mensuales de despegues y aterrizajes, el de Olmedo es el segundo más importante de la provincia, superado sólo por el Aeropuerto Internacional Córdoba, aunque por escaso margen. Sus diferentes instalaciones albergan más de cincuenta aviones y helicópteros, que lo transforman en una de las bases más importantes de la aviación privada, deportiva y de instrucción con la que cuenta el interior del país.Las aeronaves particulares allí radicadas vuelan más de 1.700 horas anuales, en tanto que las de instrucción alcanzan las cinco mil. No es, como se advierte, un sitio precisamente marginal.
No obstante, y a pesar de su relevancia, el aeródromo vive en permanente zozobra. Su pista de aterrizaje se encuentra en mal estado, el predio está lleno de yuyos y matorrales y, muchas veces, asombrados pilotos tienen que esquivara gente de las barriadas lindantes que juegan al fútbol en una de sus cabeceras. Escuelas de vuelo, talleres y paracaidistas sufren cotidianamente estas deficiencias, preguntándose hasta cuándo podrán operar en tales condiciones. La situación es siempre una espada de Damocles sobre quienes invierten mucho esfuerzo y dinero para continuar adelante.
Cuentan los que trabajan o vuelan en Olmedo que, superado el acceso principal al aeródromo (cubierto, invariablemente, de malezas y baches) los visitantes se sorprenden al observar la vitalidad del lugar y la calidad de las aeronaves, hangares e instalaciones en general que allí se encuentran. Para este tipo de personas, constituye un verdadero misterio que un lugar como este, sede de una actividad tan relevante para el país, se encuentre en semejante estado de abandono.
La respuesta es simple y análoga a otros casos en diferentes órdenes: simplemente, porque su dueño es la ANAC, es decir, del Estado nacional. Pese a su misión rectora de la aviación civil, la ANAC es un propietario indolente. No mantiene las pistas, ni las calles de rodaje ni el alambrado perimetral del aeródromo. Debido a que, sin mantenimiento, su infraestructura se degrada inevitablemente, cada tanto la ANAC amenaza con clausurarlo, generando un lógico desasosiego entre quienes se encuentran vinculados a su vida cotidiana.
La perversidad del asunto es evidente y constituye una editorial sobre la inoperancia de muchas dependencias del Estado. La ANAC no mantiene el aeródromo, perjudicando todo el tiempo a sus usuarios, y luego decide clausurarlo, perjudicándolos por partida doble. El pretexto es siempre la seguridad (el valor más importante en la vida aeronáutica) pero jamás se reconoce que las condiciones de inseguridad que se invocan son producidas, precisamente, por la falta de inversiones del organismo.Es comoun perro que se muerde la cola.
Claro que, sea por necesidad o por amor a la aviación, la comunidad de Olmedo no puede permanecer de brazos cruzados hasta que algún burócrata decida invertir lo suficientecomo para levantar la interdicción. Es entonces cuando se verifica el fenómeno de la extorsión.
Se les dice: si quieren volar, pues pongan ustedes los recursos que la ANAC no tiene o no quiere invertir. Es increíble pero así funciona. Es como si, salvando las enormes distancias que sugiere el ejemplo, hubiera que llevar los pupitres a la universidad como condición para asistir a clases. En general, la ANAC siempre se sale con la suya.
Lo notable del caso es que, si se quisiera, Olmedo no tendría mayores problemas para sustentarse económicamente y pagar por un mantenimiento adecuado. Aproximadamente 96 hectáreas de su predio son cultivables y, de hecho, hasta 2009 estuvo sembrado con soja. Sin embargo, en aquél año, la entonces ministra de defensa Nilda Garré dispuso que, en adelante, en los campos de propiedad de las Fuerzas Armadas (el aeródromo dependía entonces de Fuerza Aérea) no podría sembrarse cultivos transgénicos. Como ya no existe en el mercado ninguna semilla que no lo sea, nadie se interesa desde entonces en arrendar sus tierras. Otra vez el ejemplo del perro, en este caso, el del hortelano: la ANAC no come ni deja comer, esta vez, en virtud de una disposición tan ideológica como arbitraria.
Todo esto ocurre en las narices del nuevo gobierno nacional que, irónicamente, posee un Ministerio de Modernización que postula “un Estado inteligente con servidores públicos capacitados para brindarle más y mejores servicios a los ciudadanos”. Es un hecho que, con una mínima dosis de creatividad y de sentido común, el aeródromo de Coronel Olmedo no debería ser ni una carga pública ni una fuente de conflictos. El predio podría producir como lo hacía antes, y su comunidad administrarlo sin necesidad de soportar la actual dialéctica de sumisión y necesidad que le impone la ANAC a modo de un amo retorcido. Es un debate soterrado, casi de especialistas, pero muestra a las claras que la burocracia, de cualquier signo que sea, requiere todavía de funcionarios que entiendan, de una vez por todas, que deben servir a los ciudadanos–sean maestros, contribuyentes, pilotos o amas de casa–con responsabilidad y no pretender invertir esta relación invocando causas cuya resolución, en realidad, les compete a ellos.
Puede que el caso del aeródromo de Olmedo no sea ni conocido ni popular, pero es un símbolo de cómo actúa el estado bobo: muy tonto para cumplir con sus responsabilidades, pero muy astuto para exigirle a los demás que lo hagan. Táchese Olmedo y escríbase cualquier otro asunto; como se aclara en Hollywood, cualquier parecido es simple coincidencia.
Coronel Olmedo no es demasiado conocido para el gran público pero, a pesar de su relativo anonimato, es un aeródromo muy importante para la ciudad y para la actividad aeronáutica nacional. Dentro de las 150 hectáreas que ocupa el predio (adyacentes al barrio homónimo) conviven tres escuelas de vuelo, dos talleres aeronáuticos y un centro de paracaidismo deportivo, en donde desempeñan diferentes tipos de tareas casi cincuenta personas en forma directa. Anualmente egresan de sus instalaciones más de cien pilotos que, en su gran mayoría, continúan sus carreras en actividades agroaéreas o en empresas comerciales,tales como Aerolíneas Argentinas o LAN. El Aeroclub Córdoba, el único de la ciudad y próximo a cumplir cien años de existencia, tiene su sede también en este lugar.
Su movimiento de aeronaves es sorprendente. Con 800 operaciones mensuales de despegues y aterrizajes, el de Olmedo es el segundo más importante de la provincia, superado sólo por el Aeropuerto Internacional Córdoba, aunque por escaso margen. Sus diferentes instalaciones albergan más de cincuenta aviones y helicópteros, que lo transforman en una de las bases más importantes de la aviación privada, deportiva y de instrucción con la que cuenta el interior del país.Las aeronaves particulares allí radicadas vuelan más de 1.700 horas anuales, en tanto que las de instrucción alcanzan las cinco mil. No es, como se advierte, un sitio precisamente marginal.
No obstante, y a pesar de su relevancia, el aeródromo vive en permanente zozobra. Su pista de aterrizaje se encuentra en mal estado, el predio está lleno de yuyos y matorrales y, muchas veces, asombrados pilotos tienen que esquivara gente de las barriadas lindantes que juegan al fútbol en una de sus cabeceras. Escuelas de vuelo, talleres y paracaidistas sufren cotidianamente estas deficiencias, preguntándose hasta cuándo podrán operar en tales condiciones. La situación es siempre una espada de Damocles sobre quienes invierten mucho esfuerzo y dinero para continuar adelante.
Cuentan los que trabajan o vuelan en Olmedo que, superado el acceso principal al aeródromo (cubierto, invariablemente, de malezas y baches) los visitantes se sorprenden al observar la vitalidad del lugar y la calidad de las aeronaves, hangares e instalaciones en general que allí se encuentran. Para este tipo de personas, constituye un verdadero misterio que un lugar como este, sede de una actividad tan relevante para el país, se encuentre en semejante estado de abandono.
La respuesta es simple y análoga a otros casos en diferentes órdenes: simplemente, porque su dueño es la ANAC, es decir, del Estado nacional. Pese a su misión rectora de la aviación civil, la ANAC es un propietario indolente. No mantiene las pistas, ni las calles de rodaje ni el alambrado perimetral del aeródromo. Debido a que, sin mantenimiento, su infraestructura se degrada inevitablemente, cada tanto la ANAC amenaza con clausurarlo, generando un lógico desasosiego entre quienes se encuentran vinculados a su vida cotidiana.
La perversidad del asunto es evidente y constituye una editorial sobre la inoperancia de muchas dependencias del Estado. La ANAC no mantiene el aeródromo, perjudicando todo el tiempo a sus usuarios, y luego decide clausurarlo, perjudicándolos por partida doble. El pretexto es siempre la seguridad (el valor más importante en la vida aeronáutica) pero jamás se reconoce que las condiciones de inseguridad que se invocan son producidas, precisamente, por la falta de inversiones del organismo.Es comoun perro que se muerde la cola.
Claro que, sea por necesidad o por amor a la aviación, la comunidad de Olmedo no puede permanecer de brazos cruzados hasta que algún burócrata decida invertir lo suficientecomo para levantar la interdicción. Es entonces cuando se verifica el fenómeno de la extorsión.
Se les dice: si quieren volar, pues pongan ustedes los recursos que la ANAC no tiene o no quiere invertir. Es increíble pero así funciona. Es como si, salvando las enormes distancias que sugiere el ejemplo, hubiera que llevar los pupitres a la universidad como condición para asistir a clases. En general, la ANAC siempre se sale con la suya.
Lo notable del caso es que, si se quisiera, Olmedo no tendría mayores problemas para sustentarse económicamente y pagar por un mantenimiento adecuado. Aproximadamente 96 hectáreas de su predio son cultivables y, de hecho, hasta 2009 estuvo sembrado con soja. Sin embargo, en aquél año, la entonces ministra de defensa Nilda Garré dispuso que, en adelante, en los campos de propiedad de las Fuerzas Armadas (el aeródromo dependía entonces de Fuerza Aérea) no podría sembrarse cultivos transgénicos. Como ya no existe en el mercado ninguna semilla que no lo sea, nadie se interesa desde entonces en arrendar sus tierras. Otra vez el ejemplo del perro, en este caso, el del hortelano: la ANAC no come ni deja comer, esta vez, en virtud de una disposición tan ideológica como arbitraria.
Todo esto ocurre en las narices del nuevo gobierno nacional que, irónicamente, posee un Ministerio de Modernización que postula “un Estado inteligente con servidores públicos capacitados para brindarle más y mejores servicios a los ciudadanos”. Es un hecho que, con una mínima dosis de creatividad y de sentido común, el aeródromo de Coronel Olmedo no debería ser ni una carga pública ni una fuente de conflictos. El predio podría producir como lo hacía antes, y su comunidad administrarlo sin necesidad de soportar la actual dialéctica de sumisión y necesidad que le impone la ANAC a modo de un amo retorcido. Es un debate soterrado, casi de especialistas, pero muestra a las claras que la burocracia, de cualquier signo que sea, requiere todavía de funcionarios que entiendan, de una vez por todas, que deben servir a los ciudadanos–sean maestros, contribuyentes, pilotos o amas de casa–con responsabilidad y no pretender invertir esta relación invocando causas cuya resolución, en realidad, les compete a ellos.
Puede que el caso del aeródromo de Olmedo no sea ni conocido ni popular, pero es un símbolo de cómo actúa el estado bobo: muy tonto para cumplir con sus responsabilidades, pero muy astuto para exigirle a los demás que lo hagan. Táchese Olmedo y escríbase cualquier otro asunto; como se aclara en Hollywood, cualquier parecido es simple coincidencia.
fuente:http://www.diarioalfil.com.ar/pagina/2016/05/02/estado-bobo-la-anac-se-clausura-a-si-misma/
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